«Ser apolítico es casi ser ignorante, pero quien lee tiene todo el derecho a pensar»
«Durante años no se vendió casi ningún ejemplar de "La Regenta" y la "dirección espiritual" del régimen señalaba a Clarín como persona incómoda» / en trois volets, lire aussi ici (1) et là (3)
Alberto Polledo, ante el escaparate de la librería Santa Teresa. Nacho Orejas
Alberto Carlos Polledo Arias nace en Oviedo el 9 de abril de 1943. Quince años antes, su padre, Adolfo Polledo, había fundado la librería Santa Teresa tras regresar de Cuba. La infancia de Alberto Polledo transcurre en un Oviedo «muy agradable y manejable», y a los 12 años, durante el verano, trabaja por primera vez en la librería familiar, a la que se incorpora de forma estable cuatro años después. Había estudiado Comercio y el Bachillerato, pero su afición literaria se iba a consolidar entre libros y contertulios.
Alberto Polledo (Oviedo, 1943) da cuenta en esta segunda entrega de «Memorias» de su labor como librero en la librería Santa Teresa y de su afición a la montaña y a los animales identificativos de Asturias. J. Moran
Leer y pensar.
«Ser apolítico es prácticamente ser ignorante y considero que la persona que lee tiene todo el derecho a pensar, y a pensar con conocimiento. Y ese bien que es el pensamiento se cotiza poco, y menos en la actualidad, con la televisión y las maquinitas. A ningún Gobierno, ni de centro, ni de derecha, ni de izquierda, le interesa que el ciudadano piense. Hay una viñeta de Forges de hace muchos años que me dejó huella: el típico pastor de Forges está comiendo un bocado bajo una encina y su perro corre aceleradísimo hacia él y le dice: "Oye, que las ovejas han dejado de ver la televisión y se han puesto a pensar". Pese a mis inclinaciones políticas no tuve problemas con la Brigada Político Social. Nunca participé ni en el reparto de propaganda ni en otras actividades, pero ya digo que en la librería se producía el secuestro de un libro si fulano de tal, en la página 27, hacía alusión al sexo o parecía que se metía con el dictador. Llegaban los policías de incógnito (aunque les conocíamos perfectamente), y te enseñaban la insignia de la solapa. A veces decíamos que no teníamos tal libro, pero si veíamos que no podíamos esquivarles les dábamos un ejemplar y te dejaban un recibo que nunca cobrabas».
«Ser apolítico es prácticamente ser ignorante y considero que la persona que lee tiene todo el derecho a pensar, y a pensar con conocimiento. Y ese bien que es el pensamiento se cotiza poco, y menos en la actualidad, con la televisión y las maquinitas. A ningún Gobierno, ni de centro, ni de derecha, ni de izquierda, le interesa que el ciudadano piense. Hay una viñeta de Forges de hace muchos años que me dejó huella: el típico pastor de Forges está comiendo un bocado bajo una encina y su perro corre aceleradísimo hacia él y le dice: "Oye, que las ovejas han dejado de ver la televisión y se han puesto a pensar". Pese a mis inclinaciones políticas no tuve problemas con la Brigada Político Social. Nunca participé ni en el reparto de propaganda ni en otras actividades, pero ya digo que en la librería se producía el secuestro de un libro si fulano de tal, en la página 27, hacía alusión al sexo o parecía que se metía con el dictador. Llegaban los policías de incógnito (aunque les conocíamos perfectamente), y te enseñaban la insignia de la solapa. A veces decíamos que no teníamos tal libro, pero si veíamos que no podíamos esquivarles les dábamos un ejemplar y te dejaban un recibo que nunca cobrabas».
Secuestro de revistas.
«Todos los libros tenían que llevar en aquella época el "nihil obstat" de la Iglesia, ya fueran obras de literatura, de pensamiento o incluso libros escolares. El rigor de la censura era fuerte y en cuanto a las requisas de libros era lo habitual hasta el momento que llegó a Oviedo Serrano Castilla como delgado de Información y Turismo. A pesar de su oficio, era un hombre un poco aperturista y buen lector, un hombre con cierta categoría intelectual. No es que se notara un cambio radical, porque cualquiera se atrevía teniendo al jefe superior de la Policía por encima, pero se relajaron los secuestros de obras. Unos secuestros que también afectaban a las revistas, especialmente a las extranjeras, como "Paris Match", que o requisaban en la misma librería o a veces ni siquiera llegaban porque las habían interceptado en la frontera. Había también revistas de pensamiento extraoficial, como "Índice", o humorísticas que también tenían problemas. Sin embargo, en el caso de "La Codorniz", el tema de los secuestros fue más mito que otra cosa. Además del libro para adultos y las revistas, la librería trabajaba mucho en aquellos años las publicaciones infantiles o los cuentos de viñetas, y el libro técnico y universitario. Hubo en aquellos años fenómenos editoriales como "Edad prohibida", de Luca de Tena, y un escritor que se vendía a miles, Sven Hassel, con sus libros sobre la guerra. Era literatura popular que enganchaba porque estaba reciente la Segunda Guerra Mundial, que hoy día sigue teniendo mucho seguidor. Entre los escritores asturianos se leía muchísimo, y se sigue leyendo, "La aldea perdida", de Palacio Valdés».
«Todos los libros tenían que llevar en aquella época el "nihil obstat" de la Iglesia, ya fueran obras de literatura, de pensamiento o incluso libros escolares. El rigor de la censura era fuerte y en cuanto a las requisas de libros era lo habitual hasta el momento que llegó a Oviedo Serrano Castilla como delgado de Información y Turismo. A pesar de su oficio, era un hombre un poco aperturista y buen lector, un hombre con cierta categoría intelectual. No es que se notara un cambio radical, porque cualquiera se atrevía teniendo al jefe superior de la Policía por encima, pero se relajaron los secuestros de obras. Unos secuestros que también afectaban a las revistas, especialmente a las extranjeras, como "Paris Match", que o requisaban en la misma librería o a veces ni siquiera llegaban porque las habían interceptado en la frontera. Había también revistas de pensamiento extraoficial, como "Índice", o humorísticas que también tenían problemas. Sin embargo, en el caso de "La Codorniz", el tema de los secuestros fue más mito que otra cosa. Además del libro para adultos y las revistas, la librería trabajaba mucho en aquellos años las publicaciones infantiles o los cuentos de viñetas, y el libro técnico y universitario. Hubo en aquellos años fenómenos editoriales como "Edad prohibida", de Luca de Tena, y un escritor que se vendía a miles, Sven Hassel, con sus libros sobre la guerra. Era literatura popular que enganchaba porque estaba reciente la Segunda Guerra Mundial, que hoy día sigue teniendo mucho seguidor. Entre los escritores asturianos se leía muchísimo, y se sigue leyendo, "La aldea perdida", de Palacio Valdés».
Oviedo y Clarín.
«En cambio, era curioso observar la relación de Oviedo con Clarín y "La Regenta", porque tuvieron que pasar bastantes años para llegar al punto de su reconocimiento, en los ochenta. Clarín es para mí un escritor fundamental, pero hubo años en que se vendían poquísimos ejemplares de su principal novela, prácticamente ninguno. Tal vez la "dirección espiritual" del régimen dictatorial señalaba a Clarín como una persona incómoda, al igual que a su hijo, el rector Alas. Y la sociedad ovetense, que quizás en la vida había puesto la mirada ni en la primera página de "La Regenta", se fiaba de la opinión del listo de turno y la calificaba directamente de obra impía o infumable. Pero a los años malditos le siguieron los de números ediciones o los magníficos estudios de Cachero. Y respecto a los libros prohibidos de Ruedo Ibérico o de Losada recuerdo que todavía en 1976 me traje una maleta de género desde Fráncfort. Fue la única vez que acudí a esa Feria del Libro y coincidió con las fechas de la muerte de otro gran dictador, Mao Tse-Tung. Recuerdo que estaban todos los funcionarios chinos con unas caras tristísimas, por supuesto, fingidas».
«En cambio, era curioso observar la relación de Oviedo con Clarín y "La Regenta", porque tuvieron que pasar bastantes años para llegar al punto de su reconocimiento, en los ochenta. Clarín es para mí un escritor fundamental, pero hubo años en que se vendían poquísimos ejemplares de su principal novela, prácticamente ninguno. Tal vez la "dirección espiritual" del régimen dictatorial señalaba a Clarín como una persona incómoda, al igual que a su hijo, el rector Alas. Y la sociedad ovetense, que quizás en la vida había puesto la mirada ni en la primera página de "La Regenta", se fiaba de la opinión del listo de turno y la calificaba directamente de obra impía o infumable. Pero a los años malditos le siguieron los de números ediciones o los magníficos estudios de Cachero. Y respecto a los libros prohibidos de Ruedo Ibérico o de Losada recuerdo que todavía en 1976 me traje una maleta de género desde Fráncfort. Fue la única vez que acudí a esa Feria del Libro y coincidió con las fechas de la muerte de otro gran dictador, Mao Tse-Tung. Recuerdo que estaban todos los funcionarios chinos con unas caras tristísimas, por supuesto, fingidas».
Acariciar un libro
«El cliente ovetense de la librería ha sido de categoría. En Oviedo hubo siempre grandes lectores, personas cultísimas y muy preocupadas siempre por las nuevas tendencias. Aunque parezca un tópico decirlo, Oviedo es una ciudad culta por excelencia en todos los aspectos, en el musical, en el literario, en el artístico? La verdad sea dicha, he conocido personas interesantísimas que al cabo de los años, más que clientes, se han transformado en amigos. Recuerdo con especial cariño a José Serrano, el catedrático de Derecho, o a don Juan Uría Ríu, catedrático de Historia, o a José Meana, catedrático de Francés, que iban todos los días por la librería a última hora de la tarde, al igual que alguien que iba siempre a las diez de la mañana, don Constantino Cabal, el antropólogo y padre de una gran saga de periodistas, como Merceditas Cabal y sus dos hijos. Mercedes trabajó muchos años para LA NUEVA ESPAÑA y "Región", donde publicaba notas de sociedad. Constantino Cabal quedó ciego con noventa y pico años y recuerdo que un día fui a verle a su casa y le encontré sentado en su sofá con un libro entre las manos. Estaba acariciando el libro y fue una escena que me quedó grabadísima».
«El cliente ovetense de la librería ha sido de categoría. En Oviedo hubo siempre grandes lectores, personas cultísimas y muy preocupadas siempre por las nuevas tendencias. Aunque parezca un tópico decirlo, Oviedo es una ciudad culta por excelencia en todos los aspectos, en el musical, en el literario, en el artístico? La verdad sea dicha, he conocido personas interesantísimas que al cabo de los años, más que clientes, se han transformado en amigos. Recuerdo con especial cariño a José Serrano, el catedrático de Derecho, o a don Juan Uría Ríu, catedrático de Historia, o a José Meana, catedrático de Francés, que iban todos los días por la librería a última hora de la tarde, al igual que alguien que iba siempre a las diez de la mañana, don Constantino Cabal, el antropólogo y padre de una gran saga de periodistas, como Merceditas Cabal y sus dos hijos. Mercedes trabajó muchos años para LA NUEVA ESPAÑA y "Región", donde publicaba notas de sociedad. Constantino Cabal quedó ciego con noventa y pico años y recuerdo que un día fui a verle a su casa y le encontré sentado en su sofá con un libro entre las manos. Estaba acariciando el libro y fue una escena que me quedó grabadísima».
Alberto Polledo, ayer (31 juillet 2013), en la librería Santa Teresa, photo Nacho Orejas |
Pertenecer a la familia.
«Y también quiero hacer mención de un gran asturianista y bibliófilo, que además tiene unas cuantas publicaciones y fue la mano derecha de Pedro Masaveu, Juan de la Llana Granda. Tenía una biblioteca admirable y un archivo fotográfico de categoría. Todos los días del año, de lunes a viernes, sobre las cinco y media o seis de la tarde, aparecía por la librería con su mujer. Si estaba mi madre, charlaban las dos y yo lo hacía con don Juan durante veinte minutos o media hora. Recuerdo una anécdota de cuando Mario Conde se hizo con el control de Banesto. Le pregunté por ello y me dio una respuesta que me dejó intrigadísimo: "No va a durar, porque no es de la familia". No me dijo más, pero al cabo del tiempo se acabó la historia de Mario Conde. El librero de aquello años era más consejero porque, por ejemplo, no existían los suplementos literarios que tenemos en la actualidad en los periódicos. El librero tenía la facilidad de estar al lado de los títulos y aunque no todos los leyera íntegros, naturalmente, podía abrir unas páginas al azar y saber de qué pie cojeaba el libro o qué calidad y estilo literario ofrecía. El librero podía actuar de consejero y más cuando el cliente era una persona conocida, porque le decía que había llegado tal novedad y que le echara un vistazo. Eso sucede en la actualidad también».
La mirada del lobo.
«Toda vida anduve por el monte, aunque no como el típico montañero que hoy va a Peñarrueda, mañana al Urriellu y pasado al Sueve. No, yo siempre anduve por el monte detrás de los animales, del oso, del urogallo, del lobo, del jabalí, del rebeco? El oso, el urogallo y el lobo son tres especies que debemos defender, porque no olvidemos que, de las dos primeras, el oso continúa en peligro de extinción y con el urogallo podemos engañarnos, pero prácticamente está extinguido. Quedan 170 o 180 ejemplares en el occidente asturiano y el resto son meramente testimoniales. Y el lobo, a pesar del gran beneficio que realiza dentro de la pirámide animal, sigue estando muy mal visto. El lobo es una pieza imprescindible en todos los aspectos: elimina ejemplares defectuosos, animales enfermos, y previene epidemias. Y sigue pagando muchísimas veces la culpa de los perros asilvestrados. Por ejemplo, últimamente en la zona de Cabruñana han dicho que si han matado ovejas los lobos, pero es un grupo de perros asilvestrado el que ha actuado. En el monte he tenido contactos cercanos con el lobo. Muchísimas veces los he tenido muy cerca; en una ocasión a seis u ocho metros, una pareja. Nos miramos santamente, casi nos saludamos, y estuve observándolos muy quieto para que no marchasen. Al final, se cansaron de mirarme y dieron vuelta, pero cuando me metía en su territorio me acompañaban. Tengo fotografías de todo ello, con lo cual puedo demostrar que no soy un loco, sino que fue verídico. El lobo es un animal maltratado del que los ganaderos dicen cosas que no son ciertas».
«Toda vida anduve por el monte, aunque no como el típico montañero que hoy va a Peñarrueda, mañana al Urriellu y pasado al Sueve. No, yo siempre anduve por el monte detrás de los animales, del oso, del urogallo, del lobo, del jabalí, del rebeco? El oso, el urogallo y el lobo son tres especies que debemos defender, porque no olvidemos que, de las dos primeras, el oso continúa en peligro de extinción y con el urogallo podemos engañarnos, pero prácticamente está extinguido. Quedan 170 o 180 ejemplares en el occidente asturiano y el resto son meramente testimoniales. Y el lobo, a pesar del gran beneficio que realiza dentro de la pirámide animal, sigue estando muy mal visto. El lobo es una pieza imprescindible en todos los aspectos: elimina ejemplares defectuosos, animales enfermos, y previene epidemias. Y sigue pagando muchísimas veces la culpa de los perros asilvestrados. Por ejemplo, últimamente en la zona de Cabruñana han dicho que si han matado ovejas los lobos, pero es un grupo de perros asilvestrado el que ha actuado. En el monte he tenido contactos cercanos con el lobo. Muchísimas veces los he tenido muy cerca; en una ocasión a seis u ocho metros, una pareja. Nos miramos santamente, casi nos saludamos, y estuve observándolos muy quieto para que no marchasen. Al final, se cansaron de mirarme y dieron vuelta, pero cuando me metía en su territorio me acompañaban. Tengo fotografías de todo ello, con lo cual puedo demostrar que no soy un loco, sino que fue verídico. El lobo es un animal maltratado del que los ganaderos dicen cosas que no son ciertas».
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